Impacto emocional de la obesidad en niños y niñas

Los niños de hoy se enfrentan a una cultura que valora profundamente la apariencia físicaLa mayoría de nosotros hemos escuchado las burlas dirigidas hacia un compañero con sobrepeso (particularmente los obesos) en la escuela, y habiendo sido el perpetrador, la víctima o un observador, estamos bien al tanto de la profunda influencia de estos ataques. Nunca supimos por qué los niños con sobrepeso son el objetivo de dicho hostigamiento; posiblemente porque lucen diferente (lo que puede explicar por qué los niños más altos, más bajos, más delgados, etc. Eran también objeto de ataques verbales) o ¿fue posiblemente debido a los estereotipos asociados con las personas obesas? Las creencias estereotípicas señalan que una persona obesa es floja, débil, tonta, inútil, consentida o solamente diferente. Después de todo, cuando los miembros de la generación que fueron niños en los 1950s y 1960s, los niños con sobrepeso constituían solamente el 4% de la población, comparado con el 35% de hoy en día (entre los 12 y los 19 años de edad).

Ciertamente, como niños no consideramos las consecuencias de poner apodos o molestar a estos niños, más allá de un llanto o una carrera por parte de la víctima. Pero ¿Cuál es el costo emocional sufrido por estas víctimas, y son los efectos solamente de corto plazo o más duraderos? ¿Son las consecuencias emocionales de ser un niño obeso solamente el resultado de ser molestado por otros, o hay otras secuelas más intrínsecas que se manifiestan durante la adolescencia o como adultos? Con la declaración de que la obesidad se ha convertido en una epidemia en muchos países, se ha prestado mucha atención a las consecuencias físicas de la obesidad en niños y aún en el costo fiscal, pero poca atención se ha enfocado en los efectos emocionales, psicológicos, sociales y espirituales de vivir como un niño obeso.

Obesidad y desórdenes psicológicos

La obesidad en sí misma no es desorden psicológico, aunque algunos investigadores están considerando la posibilidad de moverla de la arena de la medicina a la ciencia de la psicología. La posibilidad de considerar a la obesidad como un problema mental o conductual ha sido explorada. La concepción moralista de la obesidad (las personas son obesas porque eligen comer demasiado) no toma en cuenta que el apetito está influenciado por factores genéticos y ambientales que pueden imponerse al control consciente. Uno de los investigadores concluyó que si el comer era controlado solamente por mecanismos homeostáticos, estaríamos en nuestro peso corporal ideal y el comer sería una actividad mundana y sin emoción como el respirar. Una asociación entre el comer no homeostático (consumo de energía en exceso del gasto de energía) y los factores que contribuyen al uso compulsivo de drogas, explica los hallazgos de investigaciones de que una adicción a la comida es similar a una adicción a las drogas y el alcohol, y comparte las características de tolerancia, abstinencia  y comportamiento de búsqueda de la substancia. El comportamiento de comer no homeostáticamente como un mecanismo para lidiar con factores estresantes internos o externos debe ser reconocido. Aunque no sea el resultado de influencias físicas, el comer en exceso como un mecanismo para lidiar con los estresantes podría ser considerado como una manifestación de una disfunción psicológica y, de hecho, hay tratamientos que se han enfocado en la terapia conductual dialéctica más que en el manejo nutricional, con resultados prometedores.

Es claro que existen algunos desórdenes psicológicos que se manifiestan con el comer compulsivamente (pica, anorexia nervosa, bulimia nervosa, etc.) Sin embargo, la obesidad permanece como una condición física o médica que resulta del comer no homeostático. Aunque la ingestión energética excesiva resulta de condiciones metabólicas como el síndrome de Prader-Willi, un desorden caracterizado por el comer de manera compulsiva y descontrolada, más frecuentemente es el resultado de que el individuo come más calorías de las que consume. Posiblemente, debido a que la obesidad ha sido considerada una condición médica más que psicológica, poca atención se ha enfocado en las ramificaciones psicológicas de vivir como un individuo obeso. Con frecuencia, los profesionales de la salud aconsejan a los pacientes sobre métodos para disminuir el peso y los educan en las consecuencias físicas de no hacerlo, raramente el consejo incluye la vigilancia del estado emocional del paciente o se asume que el trauma emocional por ser obeso (si existiese) se aliviaría con la pérdida de peso.

Historia psicológica de la obesidad

Para la mayoría de las personas, el tema del número alarmantemente creciente de niños, adolescentes y adultos son sobrepeso u obesos, ha alcanzado solo recientemente la conciencia del público. Aunque el número actual de personas son sobrepeso y obesas es el mayor que el planeta ha presenciado, es justo decir que las personas con sobrepeso han existido a lo largo de la historia y aunque la percepción de estos individuos son sobrepeso  puede haber variado de acuerdo a la cultura predominante, estos puntos de vista revelan datos sobre los orígenes del desarrollo de las etiquetas, estereotipos y sesgos actuales relacionados al sobrepeso y la obesidad.

Puede ser imposible determinar cuándo existió el primer obeso, si él o ella era un niño, o las consecuencias emocionales que el individuo experimentó como resultado. Sabemos que las esculturas, llamadas ‘Venus de Willendorf’, que representan una mujer obesa, están datadas con una antigüedad de 30 mil años. Es incierto si las esculturas eran símbolos de fertilidad o tenían un valor erótico. La obesidad en la historia temprana apareció raramente y puede haber estado identificada como símbolo de estatus y prosperidad, pero aproximadamente en 400 AC, Hipócrates escribió la asociación entre obesidad, enfermedad y muerte temprana. Los egipcios tempranos se preocupaban por la dieta como un medio de mantener la salud, pero utilizaron medidas extremas para limitar la cantidad de alimento que digerían, tales como purgas, vómitos y ayunos.

Los escritos antiguos relativos a la estigmatización asociado con el ser obeso, aparecieron en el Japón medioeval. Rollos del siglo XII representan a una mujer adinerada que se volvió obesa; explica que la mujer no podía caminar con facilidad, requería de asistencia con sus actividades diarias, transpiraba profusamente y jadeaba para respirar. La cultura en Japón en ese tiempo veían a la obesidad de esta mujer como el resultado de su codicia y egoísmo. En Europa, aún durante la cultura de mujeres voluptuosas representadas en las pinturas de Rubens y Renoir, la sociedad estaba influenciada por la ideología cristiana de que la obesidad era una característica de la glotonería, la cual sería eventualmente categorizada en el siglo V como uno de los siete pecados capitales. La obesidad era vista no solo como una falla moral sino que ahora era una transgresión contra Dios.

Consecuencias metafísicas para los niños obesos

 Por primera vez en la historia reciente, los niños ahora deben enfrentar un periodo de vida más corto que el de sus padres, debido en buena parte al alarmante aumento en la obesidad. En promedio, uno de cada 3 niños tiene sobrepeso o es obeso, y se ha encontrado que los adolescentes obesos presentan los siguientes riesgos: 1) 60% riesgo mayor de ser diagnosticados con ansiedad o depresión; 2) 40% riesgo mayor de tener sentimientos de poco valor; 3) 40% mayor riesgo de preocupaciones de sus padres sobre la autoestima de su hijo; 4) 70% mayor riesgo de que el profesional de la salud le diga que tiene problemas conductuales; 5) 30% mayor riesgo de ser rechazado, molestado o segregado; y 6) 40% mayor riesgo de molestar a otros.

Dado el incremento en la tasa de obesidad en niños y niñas, podría asumirse que habría una reducción en la estigmatización de los niños obesos; sin embargo, los puntos de vista negativos hacia los niños obesos son ahora más altos que hace 40 años. Los niños no obesos han establecido que ellos preferían ser amigos de un niño con una incapacidad física (como falta de una extremidad o ceguera) que de un niño obeso. Las consecuencias para los niños obesos son variadas y pueden ser categorizadas como burlas y atropellos, problemas emocionales y problemas de funcionamiento en la escuela o en la vida diaria.

Burlas y atropellos

Aunque puedan parecer tontas y sin consecuencia a primera vista, las palabras utilizadas para molestar a los niños obesos o con sobrepeso son capaces de infligir profundas y duraderas heridas en sus víctimas. Los niños obesos son víctimas de burlas tres veces más frecuentemente que sus compañeros con peso promedio. La evidencia revela que las consecuencias de dichas burlas pueden impactar todas las áreas del desarrollo del niño, incluyendo el desarrollo psicológico, social, emocional, académico, profesional y espiritual, no solamente durante el crecimiento hacia la vida adulta, sino posiblemente también en los hombres y mujeres de edad mediana y más allá. Un estudio encontró que el 98% de los adultos obesos reportaron ser víctimas de acoso, críticas o burlas tanto de miembros de su familia como de amigos. El 75% reportó que eran criticados y molestados en el trabajo, mientras que el 50% indicó que las críticas o burlas provenían de su supervisor, e incluso el 33% reportó haber recibido apelativos denigrantes por el profesional de la salud.

Los niños son molestados con mayor frecuencia por niños y compañeros de escuela no familiares, luego por compañeros familiares y hermanos y aún por sus padres, los adultos en sus vidas y los adultos extraños. En un estudio que examinó las actitudes de maestros de secundaria y preparatoria hacia la obesidad, los maestros indicaron su creencia de que los adolescentes obesos eran descuidados, emocionales, con menor posibilidad de éxito y con mayores problemas familiares. El 43% de los maestros creía que la gente se siente incómoda alrededor de personas obesas, el 55% creía que la obesidad surgía de la falta de cariño o atención, y el 28% estaba convencido de que volverse obeso era la peor cosa que podía pasarle a una persona.

Aunque la frecuencia de burlas varía entre niños y niñas, estas últimas indican que las burlas son más estresantes y resultan en mayores incidentes de problemas emocionales, tales como ansiedad o tristeza, que lo reportado por los niños, quienes exhiben más problemas conductuales y peleas. Aunque muchos niños obesos son víctimas de burlas y atropellos, debe notarse que los niños obesos también son perpetradores de atropellos. El comportamiento de atropello se puede manifestar en varias formas, incluyendo apodos, amenazas, daño físico, rechazo social o acoso sexual. El comportamiento físicamente agresivo es más común en niños, mientras que las niñas se engarzan en un comportamiento más relacionalmente agresivo tales como amenazar con retirar la amistad o el esparcimiento de rumores. Con frecuencia, las burlas y atropellos verbales por niños obesos es en la forma de ataques a las características étnicas, religiosas o sexuales de sus compañeros, a fin de desviar la atención de sí mismos y el enfoque en el peso.

La evidencia indica que los estereotipos negativos asociados con la obesidad en la niñez parecen declinar con la edad, especialmente en los niños. Sin embargo, la incidencia del comportamiento de atropello  por niños obesos parece incrementarse a medida que se internan en la adolescencia, posiblemente como un medio de iniciar el dominio de su grupo de compañeros durante el tiempo en que el reconocimiento de grupo en sus iguales es más importante.

Consecuencias emocionales

Con la mayor conciencia pública relacionada a la epidemia de obesidad en los jóvenes, estamos expuestos a una plétora de información relativa al costo físico que el exceso de peso causa a nuestra salud. En contraste, mucha menos atención se ha enfocado en las consecuencias psicológicas, sociales, emocionales y espirituales de ser un niño o adolescente obeso. Como resultado, existe poca evidencia disponible sobre las ramificaciones no físicas de la obesidad, experimentadas por los niños durante su niñez y su vida adulta. Es justo reconocer que las consecuencia no físicas de la obesidad infantil son tan devastadoras como las consecuencias físicas, si no es que más, debido a su habilidad para afectar numerosos aspectos de la vida de una persona.

Aunque hay multitud de condiciones que pueden afectar la psique humana, esta sección se enfoca en las consecuencias de la obesidad en relación a desórdenes de la autoestima/autoimagen, el estado de ánimo (por ejemplo, depresión) y la ansiedad. Los niños obesos tienen mayores posibilidades de sufrir de autoestima o autoimagen negativa o disminuida, incremento en la ansiedad, efecto de tristeza y síntomas de depresión. Un estudio encontró que el 42% de los niños obesos cumplen los criterios de DSM-IV para un desorden de estado de ánimo y 40% para un desorden de ansiedad. Existe una correlación directa entre la índice de masa corporal (BMI, por sus siglas en inglés) base y la baja autoestima en adolescentes, pero lo inverso (baja autoestima correlacionada con un incremento en el peso corporal) no fue notado. Interesantemente, mientras que las niñas con marcado sobrepeso reportan una autoestima más baja que las niñas sin tanto sobrepeso, esto no aplica a los niños. De hecho, los niños con sobrepeso reportan una mayor autoestima, posiblemente debido al valor puesto en el peso y la fuerza en algunos deportes. La mayor insatisfacción con la imagen corporal y la autoestima en niñas puede explicar por qué las niñas tienen mayor tendencia a participar en dietas como un medio para mejorar su sentimiento de auto-valor.

Autoestima

Aun cuando los estudios tempranos indicaban que no existía una relación significativa entre el ser obeso y la baja autoestima en niños, los estudios posteriores revelaron correlaciones interesantes entre la autoestima y la obesidad en dicha población. Se ha encontrado que la obesidad es un determinante de futura autoestima baja en niños y los niños obesos cuya autoestima decreció en un periodo de pocos años estaban en mayor riesgo de involucrarse en comportamientos de estilo de vida poco saludable, tales como el fumar y el uso de alcohol.  Se ha especulado que la baja autoestima observada en estos niños puede resultar de autopercepciones más bajas de la apariencia física y la competencia atlética, estima corporal y capacidades cognitivas percibidas más pobres. Otros factores que contribuyen a la baja autoestima en los niños obesos pueden provenir de la internalización del niño de la responsabilidad por el peso adicional. Los niños, y especialmente las niñas, quienes experimentaron la percepción de que eran culpadas por sus padres debido a su obesidad, reportan auto-percepciones negativas, al igual que los niños que creen que son responsables por su condición, más que las causas externas más allá de su control.

Depresión

Como la autoestima, la relación entre depresión y obesidad en niños es tenue. Mientras que algunos estudios indican que los niños obesos están más inclinados a sufrir síntomas depresivos, otros estudios no encuentran estos resultados. Cuando las burlas relacionadas al peso se examinan en relación a su influencia sobre la depresión, se encuentra una relación positiva pero surge la cuestión de si el peso o el molestar contribuyen a la condición depresiva. Interesantemente, la investigación se ha enfocado en la relación inversa al investigar si los niños que sufren síntomas depresivos tienen mayor tendencia a volverse obesos en la adolescencia o la adultez. Aunque los estudios no son concluyentes, la evidencia indica que los niños que experimentan síntomas depresivos tienen mayores posibilidades de experimentar pesos mayores en su juventud o vida adulta, y los hallazgos son más característicos en mujeres que en hombres.

Insatisfacción corporal

La insatisfacción con el propio cuerpo es más alta en los niños y adolescentes obesos, especialmente en las niñas obesas. En forma similar a los síntomas depresivos, la investigación ha encontrado que el burlarse relacionado al peso tiene una relación negativa con la imagen corporal en jóvenes mujeres y hombres, así como en el desarrollo de desórdenes alimentarios en ambos sexos (aunque con predominancia en mujeres). Mientras mayor sea la burla hacia un niño, será mayor la posibilidad de que dicho niño sufra insatisfacción corporal como adulto, y subsecuentemente, baja autoestima. Investigaciones adicionales han determinado que el burlarse o molestar relacionado al peso más que el peso mismo del niño, es un predictor más fuerte de insatisfacción corporal, y cuando la imagen corporal se modifica sin cambio de peso, la autoestima mejora.

Problemas con la escuela y el funcionamiento social

Desde finales de los 1960s los investigadores reconocieron que los niños son sobrepeso y obesos eran tratados de manera diferente por sus compañeros de escuela o juego. Se encontró que los niños son sobrepeso eran menos nombrados como amigos cercanos por sus compañeros. Otros estudios han encontrado que los niños con peso promedio caracterizan a sus iguales obesos como malos y están entre los compañeros de juego menos queridos y deseados. Desde entonces, las investigaciones han revelado que los jóvenes son sobrepeso y obesidad tienen mayor tendencia a estar aislado y pasan menos tiempo con sus amigos, tienen mayores posibilidades de reportar que sienten que sus amigos no se preocupan por ellos, tienen menores posibilidades de tener una cita, están más insatisfechos con su estatus de citas y tienen menores posibilidades de casarse como adultos. De los niños en peso normal o promedio, solo el 12% indicó haber tenido una cita con un compañero con sobrepeso (las niñas son más proclives a tener citas con niños con sobrepeso) y que les incomodaba tener citas con compañeros obesos. No solamente los adolescentes obesos reportan experimentar más rechazo y aislamiento social, sino que sus amigos con peso normal también experimentar estigmatización como resultado de socializar con los adolescentes obesos. Tanto como el 50% de los niños obesos y el 58% de las niñas obesas reportan experimentar problemas significativos en sus relaciones.

Las niñas obesas experimentan una mayor marginalización social en la forma de ostracismo, con rumores o mentiras sobre ellas esparciéndose, o recibiendo el tratamiento de silencio. En todos los rangos de edad, las niñas experimentan más victimización social que los niños e, interesantemente, experimentan más estigmatización por sus padres que los niños. Las niñas también experimentar más victimización social cuando su estatus socioeconómico se eleva. El incremento en la vulnerabilidad que las niñas obesas experimentan a la victimización psicosocial puede contribuir a sus menores competencias académicas y sociales. Un estudio encontró que las niñas obesas en secundaria y preparatoria tenían mayor tendencia a retrasarse un año en la escuela. Otro estudio encontró que las niñas de 16 años en el 10% superior del rango de BMI recibía 7.4% menos ingresos cuando tenían 23 años de edad. Las niñas con sobrepeso tienden a recibir menos soporte financiero para educación de sus padres, no son representadas tanto en universidades prominentes como los hombres obesos y tienen menores posibilidades de terminar la universidad.

Para ambos sexos, los investigadores han encontrado que los niños obesos requieren el doble de ayudas de aprendizaje que los niños con peso normal y se consideran a sí mismos como estudiantes por debajo del promedio, siendo los niños obesos más tendientes a esperar abandonar la escuela. Adicionalmente, reportan que disfrutan menos los deportes y las actividades atléticas, tales como correr o caminar, y actividades al aire libre, tales como ir de compras, bailar o comer fuera con amigos.

Comportamiento suicida

Sin duda, la consecuencia más inquietante de la victimización de la obesidad es el desarrollo de ideas o comportamientos suicidas. Luego de la consideración de las numerosas consecuencias psicológicas de ser un niño o adolescente obeso, no es difícil concebir que los adolescentes obesos tienen mayor tendencia a considerar el suicidio como un escape del tormento que estos viven. Las niñas obesas tienen 1.7 veces más posibilidades de intentar suicidarse que sus iguales de peso normal y la investigación ha demostrado que el BMI y las autopercepciones de tener sobrepeso, aun ligeramente, están positivamente asociadas con ideas suicidas en niñas caucásicas, hispanas y negras.

La investigación sobre los efectos de las burlas en los jóvenes obesos ha revelado que los adolescentes obesos que recibieron burlas sobre su peso tenían de 2 a 3 veces mayores posibilidades de desarrollar ideas suicidas que los adolescentes obesos que no fueron molestados. Más específicamente, el 51% de las niñas y el 13% de los niños que recibieron burlas sobre su peso reportaron ideas suicidas, comparados con el 25% y el 4%, respectivamente, de aquellos que no las recibieron. Estos números hablan de la necesidad de enfocarse en la calidad de la vida experimentada por los niños obesos. Aunque puede ser no sorprendente que los niños obesos reporten una menor calidad de vida que sus compañeros de peso normal, puede ser alarmante que los niños obesos reporten una calidad de vida similar a la de los niños con cáncer.

Intervenciones

Después de considerar el significativo impacto psicosocial y emocional asociado con la estigmatización de los niños y adolescentes obesos, podemos apreciar la necesidad de intervenciones para atender este tema. Las intervenciones no deben enfocarse solamente en la reducción de peso (que es indudablemente recomendable) sino que deben desarrollarse intervenciones que reduzcan o eliminen el sesgo contra los individuos obesos, que es la fuente de marginalización de estos jóvenes.

La investigación ha demostrado que el sesgo contra la obesidad puede desarrollarse en niños tan jóvenes como 3 años de edad, sugiriendo que la base de este sesgo puede provenir de los padres así como de fuentes sociales y los medios. Los padres pueden efectuar sesgo sobre el peso en formas sutiles tales como señalar a los personajes son sobrepeso en historias de forma negativa o a través de esfuerzos para controlar el peso de su hijo. Para el niño, estos mensajes comunican que la grasa es sinónimo de características indeseables. Los maestros y ejecutivos escolares que perpetran los estereotipos discutidos previamente, solamente sirven para reforzar estos mensajes. Aun los profesionales de la salud pueden, en su afán de mejorar la salud del niño, utilizar un mensaje de que la grasa es mala y que los niños deben alcanzar y mantener un peso saludable. Esto ilustra que el sesgo y la victimización de los jóvenes obesos es un comportamiento socialmente sancionado entre niños y adultos. Como resultado, las intervenciones para atender la estigmatización de los jóvenes obesos serán necesarias para enfrentar estos comportamientos.

Una teoría establece que el comportamiento de estereotipo negativo disminuirá si el perpetrador del comportamiento cree que la obesidad no está dentro del control de la víctima. Los estudios conducidos para examinar esta teoría encontraron que cuando los niños obesos fueron identificados como obesos debido a una condición médica, los perpetradores de estereotipos negativos eran menos tendientes a victimizarlos, pero tendían a evitar interactuar con el niño obeso. Esto sugirió que la explicación médica podría también haber servido para ilustrar las diferencias entre los dos niños. Claramente, las intervenciones que intentan explicar la causa de la obesidad no son tan efectivas como las intervenciones diseñadas para abatir el comportamiento que intenta marginar a una persona obesa. Las intervenciones para disminuir el estereotipado negativo deben incluir lo siguiente:

♦   Dirigirse a los padres, para incrementar su reconocimiento de mensajes intencionales y no intencionales que hacen a sus niños.

♦   Confrontar  las creencias negativas que los maestros puedan tener sobre los niños obesos, mientras se incrementa su reconocimiento del impacto que los sesgos negativos tienen en los niños.

♦   Institucionalizar reglas de burlas antipeso en la escuela, a fin de prevenir el conceptualizar a las personas obesas de forma negativa en lecciones a los estudiantes y para comenzar a conceptualizarlos en una forma más positiva.

♦   Dirigirse a las creencias de la sociedad de que la grasa es mala y cambiar los mensajes de los medios que promueven el sesgo al peso.

Adicionalmente, las intervenciones deben ser desarrolladas para ayudar a los jóvenes obesos a desarrollar mecanismos efectivos para lidiar con las situaciones de estrés, a fin de ayudarles a amortiguar los efectos negativos del sesgo por peso, incrementando las relaciones de apoyo en amigos y familiares y proporcionando a los niños obesos con oportunidades para participar en actividades sociales y recreativas. Finalmente, las intervenciones deben estar enmarcadas en una manera que enfaticen los cambios conductuales positivos tales como monitorear el tiempo dedicado a la televisión, el consumo de comida chatarra y la actividad física más que motivar el cambio a través de una modificación de la imagen corporal.

En conclusión, a través de la historia de la raza humana, las personas han sido victimizadas por sus creencias, sus prácticas y su apariencia. Los niños de hoy se enfrentan a una cultura que valora profundamente la apariencia física y que ve a la obesidad como un síntoma de flojera, debilidad y egoísmo. Por tanto, es fácil ignorar las secuelas emocionales experimentadas por los niños y adolescentes con sobrepeso u obesos. Aunque la obesidad no está clasificada como un desorden psiquiátrico, puede manifestar severos síntomas psicológicos como ansiedad, sentimientos de poco valor, baja autoestima, agresión, segregación social, depresión y aun comportamiento suicida. Con el rápido incremento en el número de niños obesos, deberemos esperar un incremento en el número de niños que sufran desórdenes en su salud mental. Las intervenciones deben estar dirigidas hacia el estado psicológico y nutricio del niño; adicionalmente, las intervenciones deben contribuir a reducir los sesgos sociales hacia el obeso, ayudar a desarrollar mecanismos efectivos para que los niños obesos enfrenten en estrés, incrementar las relaciones positivas y enfatizar los cambios positivos en el estilo de vida.

La obesidad en sí misma no es desorden psicológico, aunque algunos investigadores están considerando la posibilidad de moverla de la arena de la medicina a la ciencia de la psicologíaSubir